Título: Inversión Extranjera Directa y Crecimiento Económico: Una alternativa para América Latina
Autor: Andrea P.
Resumen:
La inversión extranjera directa
constituye una de las fuentes importantes del financiamiento para el
crecimiento y desarrollo económico. A través de ésta, ingresan a los países
divisas, tecnología, maquinaria, equipos, estrategias de negocios, acceso a
financiamiento internacional, mano de obra, entre otros. Existe un consenso en
el que destaca que esta figura de inversión genera crecimiento económico,
entendido éste como la posibilidad que las economías puedan producir mayor
cantidad de bienes finales, pues diferencias en las tasas de crecimiento a
largo plazo generan variaciones en los niveles del de PIB per cápita. De allí
la importancia de considerar a las tasas de crecimiento del PIB como la forma
de aumentar el ingreso y el bienestar económico en los países, enfáticamente en
aquellos en vías de alcanzar el desarrollo. Debido al proceso de globalización,
y con base en las necesidades de inversión, los países adaptan sus marcos
normativos y sus políticas de Gobierno en función de crear ambientes propicios
para que empresas multinacionales dirijan sus inversiones hacia los sectores de
interés en sus economías. En la actualidad, América Latina ocupa el 11% en
recepción de flujos de inversión extranjera directa a nivel mundial, sin
embargo, de allí la importancia de examinar si estos flujos de inversión se han
traducido en mayor crecimiento y desarrollo de las economías de la región.
Contenido:
El logro de un crecimiento
económico sostenido, en términos del incremento del Producto Interno Bruto
(PIB), se convirtió, a partir de la Segunda Guerra Mundial, en uno de los
principales objetivos de la política económica de muchos países. La razón
subyacente se debe a que pequeñas diferencias en la tasa de crecimiento a largo
plazo de una economía dan lugar a grandes diferencias en los niveles de PIB per
cápita. Por tanto, se podría considerar a la tasa de crecimiento del PIB como
la forma de aumentar el ingreso y por ende el bienestar económico en los países,
especialmente en aquellos en vías de desarrollo.
Según Chowdhury y Mavrotas
(citado por Villena, 2006), los modelos neoclásicos de crecimiento, así como
los modelos de crecimiento endógeno, constituyen la base teórica para la
mayoría de los trabajos empíricos, sobre la relación IED - crecimiento
económico. Esta relación ha sido estudiada, en general, desde cuatro
perspectivas: (i) los factores determinantes del crecimiento, (ii) los factores
determinantes de la IED, (iii) el papel de las empresas multinacionales en los
países receptores, y (iv) la causalidad entre las dos variables.
Los modelos neoclásicos asumen
que la IED no afecta al crecimiento económico en el largo plazo debido al marco
de competencia perfecta, retornos constantes a escala y productividad marginal
decreciente. Sus supuestos establecen que los aumentos exógenos de la IED solo
impactan positivamente el capital per cápita de manera temporal dado los
retornos decrecientes. Por lo tanto, el crecimiento económico en el largo plazo
solo se puede afectar modificando los factores exógenos: (i) la tecnología y
(ii) el trabajo. Además, en el largo plazo, dado los rendimientos marginales
decrecientes del capital físico, la economía del país receptor podría converger
a la tasa de crecimiento de estado estacionario. Ello equivaldría a una
situación en la cual nunca se hubiese realizado la IED, con lo que no habría
ningún efecto permanente sobre el crecimiento de la economía (De Mello, 1997).
En cambio, Romer y Lucas (citado
por Villena, 2013) en 1986 y 1988 afirmaron que la tasa de crecimiento en el
largo plazo puede ser positiva sin tener en cuenta los supuestos a priori de
crecimiento tecnológico exógeno, dando lugar a lo que se conoce como teoría del
crecimiento endógeno.
En el marco de los modelos
endógenos, la influencia de la IED sobre el crecimiento se puede visualizar a
través de tres canales: en primer lugar, la IED aumenta la acumulación de
capital en el país receptor mediante la introducción de nuevos insumos y
tecnología; en segundo lugar, aumenta el nivel de conocimientos y habilidades
en el país receptor a través de la capacitación laboral y gerencial; en tercer
lugar, aumenta la competencia en la industria de los países receptores mediante
la superación de las barreras de entrada y la reducción del poder de mercado de
las empresas que compiten actualmente (Blomstron et al, 1996; Borensztein et al
1998, De Melo, 1997).
Inversión
extranjera
La inversión extranjera directa
constituye una de las fuentes importantes del financiamiento para el
crecimiento y desarrollo económico. A través de ésta, ingresan a los países
divisas, tecnología, maquinaria, equipos, estrategias de negocios, acceso a
financiamiento internacional, mano de obra, entre otros. Existe un consenso en
el que destaca que esta figura de inversión genera crecimiento económico,
entendido éste como la posibilidad que las economías puedan producir mayor
cantidad de bienes finales, pues diferencias en las tasas de crecimiento a
largo plazo generan variaciones en los niveles del de PIB per cápita. De allí
la importancia de considerar a las tasas de crecimiento del PIB como la forma
de aumentar el ingreso y el bienestar económico en los países, enfáticamente en
aquellos en vías de alcanzar el desarrollo. Debido al proceso de globalización,
y con base en las necesidades de inversión, los países adaptan sus marcos
normativos y sus políticas de Gobierno en función de crear ambientes propicios
para que empresas multinacionales dirijan sus inversiones hacia los sectores de
interés en sus economías.
Una hipótesis sobre la razón por
la cual las economías ven con buenos ojos la llegada de empresas y capitales
extranjeros, además de los flujos de dineros frescos que acarrea, es la
posibilidad de que las empresas locales tengan acceso a nuevas tecnologías y
mercados, y en definitiva puedan aprender nuevas y más efectivas formas de
producir (Villena, 2008). Es así como la relación entre la IED y distintas
variables macroeconómicas, como el crecimiento económico, ha sido un tema de
investigación económica desde hace ya varios años.
En ese contexto, los gobiernos de
los países, realizan mesas de negocios con inversores internacionales, así como
agencias de promoción de inversiones entre otros, con fin de promocionar las
potencialidades que poseen sus países en función de captar inversiones en las
áreas de interés para sus economías. Esta necesidad se convierte en una de las
fuentes de acceso a recursos externos más importante en la actualidad.
La Inversión Extranjera Directa
(IED) se define generalmente como la inversión de una empresa de un país (país
de origen) en otro país (país receptor), en donde el inversionista extranjero
posee al menos el 10% de la empresa en la que realiza la inversión. Esta
inversión implica la existencia de una relación estratégica de largo plazo
entre la empresa inversora y la filial, así como un grado significativo de
influencia en la gestión de la empresa (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE), citado por Garavito, Iregui y Ramírez).
Unos mayores flujos de IED
pueden, teóricamente, contribuir a la aceleración del crecimiento económico en
los países en desarrollo por medio de tres mecanismos: simples aumentos en el
acervo de capital, y por ende en la capacidad productiva de la economía;
mayores entradas de divisas que contribuyen a aliviar los desequilibrios
externos, y por tanto, a atenuar los efectos nocivos de aquellos sobre el
crecimiento; y transferencias de técnicas de producción, mercadeo y
administración que de alguna manera logran permear el sistema económico y
contribuyen a aumentar la productividad general de la economía (Gaviria y
Gutierrez, citado por Clavijo, 2008).
Cada período de la historia de
los países está relacionado con un problema económico destacado sobre los
demás. El logro de un crecimiento económico sostenido, en términos de
incremento del Producto Interno Bruto (PIB), se convirtió, a partir de la II
Guerra Mundial, en uno de los principales objetivos de la política económica de
muchos países. La explicación a lo anterior, se basa en que pequeñas
diferencias en la tasa de crecimiento a largo plazo de una economía dan lugar a
grandes diferencias en los niveles de PIB per cápita. Por lo tanto, se podría
considerar a la tasa de crecimiento del PIB como la forma de aumentar el
ingreso y el bienestar económico en los países, especialmente en aquellos en
vías de desarrollo, donde existe un amplio margen para la reducción en los
niveles de pobreza.
La evolución de la historia
económica reciente, destaca la internacionalización de la economía, como uno de
los rasgos más sobresalientes de la llamada globalización. Dentro de ese
contexto, los flujos IED fungen como elementos fundamentales para que los
países en vías de desarrollo salgan de su estado actual. Estos flujos de IED se
consideran los agentes más importantes del proceso de globalización económica,
en los cuales las empresas se han internacionalizado, es decir, sus filiales
tienen presencia en más de un país.
Países como los Estados Unidos,
China, Brasil, México, entre otros, son los principales receptores de IED en el
mundo. De acuerdo con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y
Desarrollo (UNCTAD, 2014) los flujos mundiales de entrada de IED en 2013
registraron 1.452 miles de millones de USD, y en 2012 alcanzaron 1.330 miles de
millones de USD, sin embargo, la UNCTAD estima que para 2015 las entradas de
IED alcancen 1.800 miles de millones de USD. En el caso de América Latina y el
Caribe, la CEPAL (2015) señala que los registros por concepto de flujos de
entrada de IED en 2014 ascendieron 158.803 mil millones de USD, mientras que en
2013, los flujos alcanzaron 189.951 mil millones de USD. En 2014 el sector
servicios registró el 38% del total de entradas, seguido por la manufactura
(26%) y los recursos naturales (26%).
Esta investigación nace de la
iniciativa de destacar la importancia que tienen los flujos de IED como una de
las vías más importantes de financiamiento al crecimiento económico en los
países en vías de desarrollo, especialmente en la economía chilena y
colombiana, por ocupar estas dos economías posiciones importantes en las
entradas de IED en América Latina y el Caribe[1].
[1] En la CEPAL (2018) se puede ver que
en 2016 Brasil fue el país con mayores entradas de IED con 78.248 miles de
millones de USD, seguido por México con 34.776 miles de millones de USD, y
Chile y Colombia con 12.374 y 13.850 miles de millones de USD.
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